Una historia de duendes (Costa Rica)

Existen muchas historias de espanto relacionadas con las pozas y ríos encantados. Así, por ejemplo, sé de la aparición de duendes y mujeres vagas encantadas o encantadoras que se les aparecen a los hombres cuando se encuentran cerca de pozas o en el mar.
Se dice que los duendes son ángeles que cayeron del cielo cuando aquella famosa guerra del arcángel San Miguel contra el hombre ese (Lucifer); y entonces, aparentemente, fueron expulsados del Reino de los Cielos y ellos cayeron aquí, y en el aire quedaron. Otros dicen que son los rayos y los truenos. Los duendes se aparecen en los ríos. Son hombres de pequeña estatura, con barba y visten de colores llamativos. Lo que hacen los duendes es llevarse a cualquiera, lo que les gusta es perder a la gente. En los ríos es donde viven ellos y generalmente aparecen en lugares frecuentados por la gente, por ejemplo, en las pozas. Cuando una persona se acerca y anda sola, podría ser víctima de un duende. Cuando se llevan a los chiquitos, lo hacen solo para perderlos, ellos le toman cariño a la persona.
También los duendes pueden dejar el río y llegar hasta una casa. Cuando llegan a una casa, se encariñan con ese lugar y hacen travesuras. En las casas donde habitan los duendes, pueden aparecer huevos quebrados en las paredes en las casas y trastes rotos. Si los duendes se aquerencian en una casa, eso tiene remedio.
Uno los espanta fácilmente: se consigue una guitarra y la afina, bien bien afinadita. La guitarra afinada la deja sobre una mesa al comenzar la noche. Como los duendes son tan traviesos, es probable que alguno llegue y toque las cuerdas. El sonido emitido por las cuerdas bien afinadas les será repulsivo, dado que se acuerdan de la música celestial. De manera inmediata desaparecerán, huyendo del sitio.
Un compañero de la escuela tenía ese problema allá por el barrio San Cayetano, por la plaza González Víquez. A ellos le llegaban los duendes en la noche y por la mañana había tazas quebradas y huevos estrellados en las paredes. El papá del muchacho afinó su guitarra, la que dejó sobre la mesa, y después de que escucharon sonar las cuerdas afinadas de la guitarra, todo se quedó en silencio: los duendes desaparecieron.
Yo vi un duende una vez. Seguro era que yo era muy feo, entonces él se asustó y salió corriendo. Eso me ocurrió cerca del río María Aguilar, en San José. El duende era un hombrecito como de 75cm de altura y tenía una barba blanquita. Vestía un pantaloncito azul y camiseta roja y estaba debajo de la sombra de un palo de sauce. Pero ya no era sombra, ya eran como las 6 de la tarde. El duende me llamaba con las manos; yo estaba a la orilla de un muro de retención en una propiedad. Veía al señor ese, y seguro como yo en ese entonces era muy chiquito e inocente, era un güila monaguillo de la Iglesia de San Cayetano, entonces yo salí corriendo y le conté a mi tía.

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