El pescador y la foca (Celta)
Entre
los habitantes de las islas Shetland y Orkney existen multitud de leyendas que
hacen referencia a uno de los animales más habituales de sus costas, las
focas. De hecho creían firmemente que las focas podían en ocasiones despojarse
de su piel para jugar en la arena bajo la forma de hombres o mujeres.
Así
cuenta la leyenda que un día existió un pescador que paseando por una cala
oculta descubrió a dos hermosas mujeres que jugaban a darse caza mutuamente,
mientras apoyadas en una roca vio dos pieles de foca, extrañado ante este
suceso tomó una de ellas para examinarla. Las mujeres, al advertirlo, corrieron
a recuperarlas, una de ellas aferró la piel tendida en el suelo, y echándosela
por encima se sumergió en el mar; mientras la otra joven suplicó que le
devolviera su piel, ya que sería la única manera de volver al mar. Pero el
hombre decidió que ya que necesitaba una esposa, esta hermosa muchacha bien
podía convertirse en su mujer, por lo que empezó a cortejarla de manera tan
persuasiva que terminó accediendo a vestirse de humana e ir con él a su casa.
Unos
años más tarde, cuando el matrimonio del pescador y la foca se desarrollaba de
forma plácida, habían sido padres de dos hermosos niños, el pescador comenzó a
notar que su esposa se comportaba de manera misteriosa, parecía que una
melancolía profunda acompañaba a todos sus actos, saliendo a pasear a altas
horas de la madrugada. Resuelto a averiguar qué pasaba, el pescador decidió
seguir a su esposa en uno de sus misteriosos paseos, así vio que entraba en
una cueva y que allí conversaba en susurros con alguien que se mantenía oculto.
Guando la extraña conversación terminó, apenas tuvo tiempo de regresar a su
hogar y acostarse para que su mujer no sospechara.
Al
día siguiente, cuando anochecía, al volver a su casa absorto en sus
preocupaciones, observó a dos focas, una hembra y un macho, tendidas sobre las
rocas. El macho se incorporó y se dirigió al boquiabierto pescador: «Tú,
abusando de la confianza de las focas en los hombres, me despojaste de aquella
que iba a ser mi compañera, y sólo fue hace unas noches en que después de
encontrar su piel supe lo que la había ocurrido. Yo no te deseo ningún mal,
pues sé que te has comportado con bondad con ella y mi alegría es tan inmensa
por haberla recuperado que sólo te pido que te despidas de ella».
Mientras,
la otra foca estaba observando al pescador con timidez y dulzura, a pesar de
que sus facciones otrora bellas ahora eran muy toscas, cuando el apenado marido
quiso reaccionar sujetándola sólo pudo ver como las dos focas se sumergían en
la inmesidad del océano, dejándole en la orilla. Así el hombre regresó triste
a su hogar en donde sólo lo esperaban sus hijos.
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