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Mostrando entradas de mayo, 2018

Psique (Griega)

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Psique (en griego la palabra quiere decir “alma”) era una princesa de una belleza tan extraordinaria que la misma diosa Afrodita estaba celosa de ella. Sin embargo, Psique era tan bella que seguía virgen porque su belleza sobrehumana asustaba a sus pretendientes. Afrodita ordenó a su hijo Eros, el dios del amor, que castigara a la atrevida mortal. Por eso, algún tiempo después, un oráculo mandó al padre de Psique, bajo la amenaza de una terrible calamidad, que llevara a su hija a una roca solitaria donde sería devorada por un monstruo. Pero el dios Eros, cuando vio a la muchacha que tenía que morir en la boca del monstruo que la esperaba abajo, quedó tan impresionado por su belleza que tropezó y se pinchó con una de sus propias flechas -esas flechas que utilizaba de manera tan eficaz para llevar el amor súbito tanto a los mortales como a los dioses-. Así fue como Eros se enamoró de la persona que su madre le había mandado eliminar. Temblando, pero resignada, Psique estaba esper

Prometeo (Griega)

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Cielo y tierra habían sido creados; el mar se mecía en sus orillas y en su seno jugueteaban los peces; en el aire cantaban, aladas, las aves; pululaban en el suelo los animales. Pero faltaba aún la criatura en cuyo cuerpo pudiera dignamente morar el espíritu y dominar desde allí todo el mundo terreno. Apareció entonces en la Tierra Prometeo, vástago de la vieja estirpe de los dioses que Zeus destronara, hijo de Japeto, que lo era de Urano, nacido de la Tierra, dotado de gran ingenio. Bien sabía éste que en el suelo dormitaba la semilla del Cielo; por eso tomó arcilla, la humedeció con agua del río, la amasó y modeló con ella un ser a imagen de los dioses, señores del Mundo. Para animar este amasijo obra de sus manos, pidió a las almas de todos los animales cualidades, buenas y malas, y las encerró en el pecho del hombre. Entre los Olímpicos tenía una amiga, Atenea, diosa de la sabiduría, quien, admirada de la obra del hijo del Titán, infundió en la figura semianimada el espíritu, el

Progne y Filomena (Griega)

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En Atenas reinó una vez el rey Pandíon, hijo de Erictonio. nacido de la Tierra, y de la ninfa Pasítea. Casóse con una hermosa náyade cuyo nombre era Zeuxipe, y que le dio los gemelos Erecteo y Butes, así como dos hijas, Progne y Filomela. Ocurrió que Lábdaco, rey de Tebas, entró en conflicto con Pandíon e invadió el Ática al frente de sus huestes devastadoras. A pesar de su animosa resistencia, los atenienses hubieron de retirarse a la capital, y Pandíon, ante el apuro, pidió auxilio al belicoso príncipe tracio Tereo, hijo del dios de la guerra Ares. Tereo llegó por mar a toda prisa y, con sus valientes guerreros, poco tardó en arrojar a los tebanos de las tierras áticas. Pandíon, agradecido, dio por esposa al vencedor a su hija Progne. Pero ni Himeneo, el dios conyugal, ni Hera, la diosa protectora del matrimonio, ni siquiera las encantadoras Gracias, se acercaron a los aposentos nupciales, sino que fueron las horribles Erinias quienes agitaron las lúgubres antorchas robadas de un

Procris y Céfalo (Griega)

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Procris era la más hermosa de las hijas de Erecteo. Céfalo, hijo de Hermes y de Herse, hija de Cécrope, estaba unido a ella por un amor entrañable, y cuando, el día de la boda, Erecteo hubo juntado las manos de los novios, todos los atenienses le calificaron del más feliz de los esposos. Sin embargo, aquella dicha no iba a durar mucho tiempo. Había transcurrido apenas el segundo mes cuando, una mañana, Céfalo salió a los bosques del Himeto a la caza del ciervo. El mozo, que tenía la figura de un dios, vio allí a la rosada Eos (Aurora), la cual, dominada por amorosa pasión, llevóle por los aires a su radiante palacio. Pero por muy hermosa que fuese, el corazón de Céfalo no se le rendía. Él no pensaba sino en su esposa idolatrada, cuyo nombre pronunciaba con lágrimas en los ojos, suplicando a la diosa que le devolviese a su querida Procris. Triste, aunque no insensible, le escuchó Eos y le dijo: —¡Calla, ingrato, cesa ya en tus lamentos! Vuelve a tu Procris. Pero se me antoja que v

Priamo (Griega)

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Príamo era hijo de Laomedón, rey de Tro­ya, y gobernó en la ciudad durante la gue­rra con los griegos. Cuando Heracles destruyó Troya como venganza por no haberle dado Laomedón lo prometido cuando salvó a su hija Hesione, la muchacha rogó que dejase con vida a Príamo y así se hizo. Bajo el gobierno de Príamo, Troya se con­virtió en una ciudad próspera y poderosa que extendió sus dominios fuera de sus fronteras. Príamo tuvo nada menos que 50 hijos, 19 de ellos con su esposa Hecabe y el resto de relaciones extramatrimoniales. Su hijo mayor y favorito era Héctor, el ex­traordinario y noble héroe de la Guerra de Troya (ver Héctor). Según algunas versio­nes, era Paris el hijo mayor. La figura de este último era menos dis­tinguida que la de su hermano, debido a su carácter indolente y egoísta que trajo la caída de la ciudad. Entre los otros hijos de Príamo se encontraban Dei-fobo, Troilo, que murió en una emboscada tendida por Aquiles, el vidente Heleno y Polidoro. Príamo tuvo otras 50

Polixena (Griega)

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Polixena era hija de Príamo, rey de Troya, y de Hecabe. Tras la caída de la ciudad, las troyanas fueron repartidas entre los griegos como parte del botín de guerra. En aquel momento, el alma de Aquiles acudió al reparto desde su tumba para reclamar su parte en la que debía estar Polixena. Los griegos decidieron honrar a su héroe y la situaron sobre su tumba con Hecabe a su lado. Con una gran sangre fría la joven se despojó de sus ropas para que Neoptolomeo, hijo de Aquiles, la matase con su espada. Eurípides describió lo que la joven le dijo a su ejecutor antes del momento final: «Joven príncipe, si es mi pecho donde vas a golpear, aquí está, golpea; o si es mi cuello donde apunta tu espada, detente, pues está desnudo». Después él, sorprendido y apesadumbrado a la vez, le quitó el último aliento con su acero haciendo bro­tar un manantial de sangre. Incluso en su agonía mantuvo la dignidad «escondiendo a la vista de los hombres lo que las doncellas modestas deben esconder». Según al

Polifemo (Griega)

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Polifemo, hijo de Poseidón, fue el cíclope que se encontró a Odiseo y sus hombres en su cueva cuando regresaban a casa desde Troya. Devoró a varios de los hombres del héroe, pero éste le emborrachó y le sacó su único ojo. El y sus hombres huyeron aferrados al vientre de sus ovejas (para más detalles de este cuento ver Cíclopes, Los y Odiseo). Poco antes de esto, Polifemo se había enamorado de la nereida Galatea. La ninfa marina ya estaba enamorada de Acis, hijo de Pan, y quedó aterrorizada al ver el aspecto del cíclope que la pretendía y que, para conquistarla, se había arreglado el pelo y la barba. Polifemo ignoró los consejos del vidente Telemo, que le había advertido que tuviese cuidado con Odiseo, porque lo dejaría ciego, y se puso a componer una serenata para Galatea. La composición, en la que se quejaba de la crueldad de la joven, lo convirtió en el hazmerreír de todos. Además, le proporcionó una lista de todo lo que le daría si se iba con él -incluida una barba para que juga

Piramo y Tisbe (Griega)

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Todos los personajes de El sueño de una noche de verano, la deliciosa obra de Sha­kespeare, se sorprenderían al saber que los personajes de Píramo y Tisbe eran ya bien conocidos en la mitología griega. Lejos del tratamiento de farsa del autor inglés, la historia que se contaba antiguamente era muy triste. En la versión clásica, Píramo y Tisbe habían crecido juntos en la ciudad de Babilonia, en Mesopotamia, viviendo toda su vida en casas adyacentes. Su amor era co­nocido desde siempre por sus padres, que no les permitían casarse ni tener contacto. No obstante, un hueco en la pared les per­mitía comunicarse y decirse palabras de amor en secreto. Una noche decidieron salir y encontrarse a escondidas junto a una morera, a las afueras de la ciudad. Tisbe fue la primera en salir, cubierta con un velo para pasar desapercibida. Pero mientras esperaba junto a la morera la llegada de Píramo, una leona sedienta se acercó con el hocico aún cubierto de sangre, después de haber de­vorado a un

Pigmalión (Griega)

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Los dos personajes que conocemos con este nombre en la mitología grecorromana son el hermano de la reina Dido de Cartago o Fenicia, y un escultor que vivía en Chipre y que, como estaba tan de­dicado a su profesión, no tenía tiempo para las mujeres, por lo que permaneció soltero y dedicado a realizar una bella es­cultura que representaba a una mujer en marfil blanco. Consiguió darle un aspecto tan real que Pigmalión se enamoró de ella y la trató como si se tratase de un ser vivo. Según Ovidio, «La besaba y el beso era de­vuelto; le hablaba y la abrazaba, imagi­nando que sus dedos presionaban sus ex­tremidades y teniendo cuidado de no dejar señales en su superficie». Pigmalión terminó ha­ciéndole regalos a su estatua y vistiéndola con hermosos ropajes. Incluso llegó a acostarla a su lado. Tal era su comportamiento que la propia Afrodita se apiadó de él y, durante las celebraciones anuales que se hacían en Chipre en su honor, transformó la escultura en una mujer de carne y hueso. Pigmal

Perseo (Griega)

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Perseo era hijo de Zeus y de la mortal Da­nae. Fue uno de los heroicos semidioses de la mitología griega junto a Heracles y Teseo, llevando a cabo numerosas tareas sobrenaturales. Acrisio, rey de Argos y padre de Dánae, la había encerrado en una torre de bronce para evitar que ella concibiese un hijo, ya que un oráculo le había asegurado que su nieto lo mataría. Zeus, que deseaba a Dánae, rechazó dejar este castigo así. Visitó a Dánae en forma de lluvia de oro, de la cual nació Perseo. Acrisio, sorprendido, encerró a la madre y al hijo en una caja y los arrojó al mar, pero gracias a la protección de Zeus, la caja llegó a salvo a la isla de Sérifos, donde Dánae y su hijo fueron acogidos por el rey Dictis, hermano del rey Polidectes de Sérifos. Perseo creció junto a su madre y el rey, pero Polidectes se enamoró de Dánae y decidido librarse del muchacho, que ya cuidaba de su ma­dre. Por ese motivo le encargó que le traje­se la cabeza de Medusa, algo imposible dada la apariencia del mo

Perséfone (Griega)

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Perséfone es hija de Zeus y Deméter (hija de Cronos y Rea, hermana de Zeus, y diosa de la fertilidad y el trigo). Su tío Hades (hermano de Zeus y dios de los Infiernos), se enamoró de ella y un día la raptó. La joven se encontraba recogiendo flores en compañía de sus amigas las ninfas y hermanas de padre, Atenea y Artemisa, y en el momento en que va a tomar un lirio, (según otras versiones un narciso), la tierra se abre y por la grieta Hades la toma y se la lleva. De esta manera, Perséfone se convirtió en la diosa de los Infiernos. Aparentemente, el rapto se realizó con la cómplice ayuda de Zeus, pero en la ausencia de Deméter, por lo que ésta inició unos largos y tristes viajes en busca de su adorada hija, durante los cuales la tierra se volvió estéril. Al tiempo, Zeus se arrepintió y ordenó a Hades que devolviera a Perséfone, pero esto ya no era posible pues la muchacha había comido un grano de granada, mientras estuvo en el Infierno, no se sabe si por voluntad propia o tenta

Penteo (Griega)

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De Tebas era oriundo Baco o Dioniso, hijo de Zeus y de Sémele, nieto de Cadmo; el dios de la fecundidad, el creador de la vid. Educado en la India, no tardó en abandonar a las ninfas que le cuidaran y lanzarse a recorrer tierras para instruir a todos los hombres en el arte de elaborar el vino que alegra el corazón, y fundar el culto a su divinidad. Se mostraba tan bondadoso con sus amigos como severo con los que se negaban a tributarle adoración, a los cuales castigaba duramente. Su fama hebía penetrado ya en todas las ciudades de Grecia y llegado hasta el lugar de su cuna, Tebas. Pero allí reinaba Penteo, a quien Cadmo traspasara su reino, hijo de Equion, brotado de la tierra, y de Agave, hermana de Baco por parte de madre. Penteo despreciaba a los dioses y de modo especial a Dionisos, pariente suyo. Cuando el dios se acercaba con su bullicioso séquito de Bacantes para revelarse como olímpico al rey de Tebas, éste no quiso prestar oídos a las advertencias del vidente Tiresias, cie

Penélope (Griega)

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Penélope era hija del rey Ícaro de Esparta y de la ninfa Periboa. Fue la esposa de Odiseo, rey de Ítaca y el más sabio de todos los héroes griegos de la Guerra de Troya. El matrimonio tenía un hijo llamado Telémaco. Durante los 20 años de ausencia de su marido, a causa de la guerra y del largo camino de regreso a casa, Penélope demostró ser una esposa fiel y tan imaginativa como Odiseo, man­teniendo a su marido en la memoria y resistiendo la presión de los nobles de Itaca que pretendían casarse con ella. Consiguió engañar durante todos esos largos años a todos sus pretendientes, que disponían sin estorbo de las viandas de su palacio. Les mantuvo entretenidos, haciéndoles creer que se casaría con uno de ellos cuando terminase de tejer el sudario de su suegro Laertes. Pasaba los días haciendo ver cómo tejía sin descanso y las noches destejiendo, demostrando que su inteligencia solamente podía compararse a la de su marido, que finalmente llegó a Ítaca para vengarse y matar a todos los

Pélope (Griega)

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En la misma medida en que el padre ofendiera a los dioses, honrábalos el hijo, Pélope, con santa piedad. Enviado ya Tántalo al Infierno, vióse Pélope desposeído de los paternos domi­nios por el rey de la vecina Troya en el curso de una guerra, por lo cual emigró a Grecia. Apenas el bozo apuntaba en el rostro del adolescente y ya él se había escogido una esposa, Hi-podamía, la hermosa hija del rey Enomao de Elide. Era premio de un combate nada fácil de ganar. El oráculo había profetizado a su padre que moriría si su hija se casaba; por eso el asustado monarca acudía a todos los medios para alejar de ella a los pre­tendientes. Mandó pregonar por todos sus Estados que única­mente quien le superase en las carreras de carros obtendría en matrimonio a su hija; pero pagaría con la vida el que fuese derrotado por el rey. La competición tuvo por punto de partida Pisa, siendo la meta el altar de Poseidón, en el estrecho de Corinto. En cuanto a la hora de la partida, la estipuló el padre de l