Los loros disfrazados (Sudamericana)

Cuando aconteció el gran diluvio sólo se salvaron dos hermanos, un niño y una niña que se refugiaron en una montaña mágica que crecía según avanzaban las aguas, dejan­do una isla que nunca se cubría. Cuando todo el mundo estuvo cubierto, ellos se resguardaron en una cueva de la isla, pero en­seguida fueron conscientes que no tenían nada que comer.
Durante varios días recorrieron el poco espacio que tenían y no encontraron nada que ingerir. Pero una tarde, al volver a la cueva, se sorprendieron al ver un mantel de hojas frescas con frutas, carnes, maíz y todos los alimentos que habían soñado durante todos estos duros días de hambre y desesperanza.
A partir de ese día, se repetía el milagro y al despertar, encontraban los manjares sin saber de qué manera llegaban hasta allí. La curiosidad de los niños fue creciendo y un día se escondieron entre unos matorrales para conocer la identidad de quién les estaba alimentando y salvando de una muerte segura. Tras esperar unos momentos, aparecieron unos her­mosos guacamayos disfrazados de personas. Los niños salie­ron de su escondite entre risas y burlas por el aspecto de los pájaros. Los loros se enfadaron y se llevaron la comida y deci­dieron no volver.
Los niños comprendieron que habían sido unos desagrade­cidos y pasaron todo un día gritando pidiendo perdón a los cuatro vientos. Los loros volvieron y se hicieron sus amigos. Pasado el tiempo los niños querían volver a sus cabañas, una vez vueltas las aguas a sus cauces; quisieron llevarse un guaca­mayo para poder seguir disfrutando de su belleza pero, al bajar, toda la bandada siguió a los hermanos y, al llegar al valle, las aves se convirtieron en seres humanos alegres y her­mosos.

Los loros disfrazados

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