La hija del rey de la tierra de la juventud (Celta)


En una ocasión estaban de caza Finn, su hijo Oisin y varios compañeros de este último, mientras la mañana fue avan­zando el calor del verano se hizo sentir entre los cazadores, lo que propició que descansaran un momento a orillas del lago Lena.
Cuando reposaban en la orilla vieron acercarse a una joven de una hermosura extraordinaria, que montaba en un corcel blanco como la nieve y llevaba un traje digno de una reina, con una corona de oro y un manto de seda con estrellas de oro que la envolvía. Al igual que su jinete, el caballo iba ricamente ataviado con adornos de oro entre las crines y un penacho de plumas de cisne sobre la cabeza.
La joven se acercó a Finn y con una voz melodiosa, le habló: «Des­de hace mucho tiempo que os busco y por fin os encuentro, hijo de Cumhal». A lo que Finn respondió: «¿Quién sois?, hermosa doncella y ¿qué deseáis de mí?». La joven después de exhalar un suspiro le con­testó: «Soy hija del rey de la tierra de la Juventud y mi nombre es Niam, aunque todos me conocen como ‘la del pelo dorado’. En cuan­to a lo que me ha traído hasta aquí ha sido el profundo amor que sien­to por vuestro hijo, Oisin». Dirigiendo su vista hacia el joven guerre­ro, la muchacha le habló: «¡Oh, hermoso y dulce Oisin!, he suspirado largo tiempo por vos, ¿vendríais conmigo a la tierra de mi padre?». Oi­sin, sin dudarlo un instante respondió: «Hasta allí iré y más lejos si fue­ra necesario os acompañaría, pero, por favor, contadme como es la tie­rra de vuestro padre».
Entonces la bella joven comenzó a hablar sobre su tierra de origen, y mientras lo hacía, una gran quietud inundó todas las cosas, los ca­ballos dejaron de patalear, los perros no ladraron, la calma más abso­luta invadió el bosque sin que la más mínima ráfaga de viento sopla­ra entre las hojas, a la vez que los hombres la observaban maravillados por su extrema apostura. Así la joven les contó que su tierra era deli­ciosa por encima de todos los sueños, con una belleza que superaba todo lo visto por los humanos, con frutos en los árboles, plantas y flores en los jardines y cosechas en los campos durante todo el año. Los árboles constantemente rezumaban miel salvaje, mientras el vino y la hidromiel nunca se acabarían. Los habitantes del reino de su pa­dre eran eternamente felices, ya que ni el dolor, la enfermedad, la muerte o la tristeza existían en sus tierras.
La música y la fiesta siempre estarían presentes, con los salones arreglados para recibir invitados, mientras que la caza sería inagotable. Además la riqueza, el oro y las j oyas de la tierra de la Juventud son in­conmensurables, con un esplendor jamás conocido por hombre algu­no. A continuación la doncella relató las posesiones que Oisin ten­dría al ir con ella, desde caballos de excelente crianza y linaje, hasta perros cazadores más veloces que el viento; además de un centenar de guerreros que lo seguirían en las batallas, y de las doncellas que lo arrullarían hasta que se durmiera.
Y además, se convertiría en el rey y señor de toda la tierra de la Ju­ventud, portando la corona real sobre su cabeza, y siendo el señor ab­soluto de Niam, la del pelo dorado.
Cuando la joven terminó su relato, los amigos de Oisin vieron a éste montar en el corcel mágico, mientras rodeaba a la joven con sus brazos, desapareciendo hacia el bosque como si de un rayo de luz se tratara.
La hija del rey de la tierra de la Juventud

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