Fundación de Constantinopla

La que llegara a convertirse en la ciudad más grande, poblada, dinámica y rica de la Edad Media comenzó su andadura como una pequeña colonia de Mégara que según la mitología fue fundada por el héroe Bizas, hijo de una ninfa y nieto del dio Poseidón. Su posición estratégica en el paso del Bósforo les permitió crecer como una ciudad volcada hacia el comercio, que recibía mercancías de toda Grecia y Oriente. Pero además, Bizancio estaba rodeada de tierras muy fértiles y ricas que les permitieron convertirse en grandes exportadores de trigo. Con el paso de los siglos, Bizancio se convirtió en una pieza clave en la política oriental, tanto de las polis arcaicas y clásicas como de los reinos helenísticos que dominaron la región hasta la llegada de las legiones de Roma.
Ya con Bizancio convertida en una gran ciudad bajo el poder de los emperadores romanos, el centro del poder político y económico fue desplazándose hacia un Oriente cada vez más rico y abandonando un Occidente decadente en el la vida urbana comenzaba a languidecer. Fue en el 324 d.C., cuando el emperador Constantino, después de derrotar a su rival Licinio, decidió emprender una profunda reforma de las estructuras imperiales que las adecuara a la nueva realidad social y económica. Para dar mayor peso a un Oriente que era el principal motor del Imperio, Constantino decidió construir allí una nueva ciudad que ejerciera el papel que había cumplido Roma en el pasado. Una nueva capital para el Imperio, construida a mayor gloria de su emperador. Nació así el proyecto de Constantinopla, que, pro expreso deseo de Constantino, se levantó sobre la antigua ciudad de Bizancio. De este modo, se aprovecharía su inmejorable puerto natural, al tiempo que las feraces llanuras de los alrededores aseguraban un aporte de grano para una población creciente.
Constantino decidió seguir el modelo de Roma, y dividió la nueva ciudad en catorce regiones, que acogerían todo tipo de templos, viviendas, edificios públicos y espacios de ocio. Para llevar a cabo las obras se desplazaron a Bizancio varias decenas de miles de esclavos, muchos de ellos godos y otros bárbaros del norte. La ciudad creció y se fue embelleciendo a lo largo de los diez años que duraron las obras. Para dotarla de monumentos, Constantino ordenó saquear numerosas ciudad orientales como Éfeso, Alejandría e incluso la misma Atenas, que tuvieron que aceptar las órdenes del emperador. Existe una gran polémica en torno a las leyendas que dicen que Constantino ordenó destruir los antiguos templos paganos y construir las primeras iglesias cristianas tras su conversión a esta religión. Todavía hoy es objeto de debate hasta qué punto el emperador fue un converso o sólo asumió el cristianismo como un mecanismo de propaganda para afianzar su poder frente a otros aspirantes al trono.
En el año 330 d.C., a pesar de que quedaba mucho por hacer, las obras se dieron por finalizadas para que el emperador pudiera dar paso a la inauguración oficial de su nueva capital. Constantino llevó a cabo numerosos rituales, y decretó unas jornadas de fiesta que duraron cuarenta días. A pesar de que el emperador tuvo que viajar por las provincias durante toda su vida, siempre mantuvo Constantinopla como su punto de referencia, y tras su muerte fue enterrado allí en un panteón. La ciudad, que contaba con algo menos de treinta mil habitantes cuando Constantino decidió convertirla en capital, llegó en algo menos de un siglo a tener más de medio millón de habitantes. De este modo, Constantinopla se convirtió no ya en la ciudad más grande del Imperio, sino en la más grande de todo el mundo, rango que ocuparía durante muchos siglos.

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