Fundación de Cartago
Aunque no se trata de una ciudad griega o romana, sino fenicia, los orígenes míticos de Cartago están unidos de forma inseparable con los de la fundación de Roma. No sabemos bien cómo surgió la leyenda de la fundación de Cartago, ni si fueron los propios cartagineses quienes la concibieron y fue una leyenda surgida en el ámbito cultural griego. Los arqueólogos e historiadores han constatado que Cartago, llamada Qart Hadast o "Ciudad Nueva", fue una fundación de los fenicios de Tiro que, presionados por el creciente poder de los asirios, se lanzaron a crear colonias en el Mediterráneo. La ciudad de Cartago, cuyas ruinas se encuentran en la actual Túnez, fue fundada en un enclave privilegiado, con un magnífico puerto natural que daba refugio a los barcos mercantes y con tierras fértiles a su alrededor. Cartago estaba además situada muy cerca de las ricas ciudades griegas de la Magna Grecia, y tenía a su alcance la fértil isla de Sicilia. Una situación que, sumada al carácter emprendedor de los fenicios, no tardó en convertir este urbe en una potencia del Mediterráneo Occidental.
Por desgracia, no sabemos qué era lo que los cartagineses contaban acerca de la fundación de su ciudad. La destrucción total de esta magnífica urbe a manos de Escipión Emiliano en la Tercera Guerra Púnica se saldó con la quema de todos los archivos y documentos que los cartagineses podían guardar en sus bibliotecas. La literatura de Cartago murió, y junto a ella todas sus tradiciones y su historiografía. Roma se encargó de que Cartago fuera destruida tanto física como espiritualmente, y la misma sal que echaron sobre el territorio de la ciudad para convertirla en un erial, lo echaron en la historia de esta urbe gracias a la propaganda. Nada quedó de las tradiciones cartaginesas.
Lo que sabemos acerca de la fundación de Cartago ha llegado hasta nosotros por fuentes griegas y latinas, especialmente la "Eneida" del poeta Virgilio, que vivió en tiempos de Augusto. Nada de lo narrado por Virgilio fue inventado por él: el poeta se limitó a recoger una tradición muy antigua que explicaba tanto el origen de Cartago como su visceral enemistad con Roma. Por desgracia, hemos perdido también las obras literarias anteriores a Virgilio que hacen referencia a esta leyenda, por lo que no sabemos qué fue añadido por el poeta y qué corresponde con la tradición más antigua. De cualquier modo, lo que los versos de Virgilio nos cuentan no es el mito fundacional de Cartago tal y como lo veían los cartagineses, sino tal y como lo veían e interpretaban los romanos.
Según la tradición recogida por Virgilio, Cartago fue fundada por un grupo de fenicios de la ciudad de Tiro, un dato que la arqueología ha podido constatar. En la ciudad de Tiro gobernaba el rey Matán I, también llamado Belo en algunas fuentes, que tenía tres hijos: Pigmalión, el primogénito y heredero al trono; Dido, también conocida como Elisa, y la pequeña Ana. Como era habitual en las ciudades orientales, el poder del rey de Tiro estaba limitado por el de algunos sacerdotes, siendo Siqueo, sacerdote de Melkart, el más poderoso. Una vez Pigmalión llegó al trono, codiciando las riquezas de Siqueo, forzó a su hermana Dido a casarse con él, con el objetivo de que ésta le revelara el paradero de los tesoros del dios Melkart. Sintiéndose utilizada, Dido engañó a su hermano acerca del lugar en el que este tesoro estaba oculto, pero no pudo evitar que su esposo Siqueo fuera asesinado. Para escapar de la ira de Pigmalión, Dido escapó de Tiro llevándose los tesoros de Melkart y un cortejo de hombres y mujeres fieles entre los que estaba su hermana Ana.
Para huir de la cólera de Pigmalión, Dido y sus hombres navegaron hacia occidente durante varios días, hasta que llegaron a una tierra que parecía acogedora y fértil. El lugar estaba sin embargo habitado por los gétulos, cuyo rey, Jarbas, no deseaba recibir una comunidad de extranjeros. Para burlarse de la reina Dido, le dijo que le entregaría tanta tierra como ella misma fuese capaz de abarcar con una piel de buey. Dido decidió aprovecharse de la insolencia del monarca: cortó la piel del buey en tiras muy finas, y con ella logró abarcar un gran perímetro de tierra, suficiente para fundar una nueva ciudad. Jarbas, que había jurado entregar la tierra a los tirios, tuvo que mantener su promesa y resignarse a que éstos se instalaran en el lugar. La ciudad recibió el nombre de Qart Hadast, que en la lengua tiria significa "Ciudad Nueva". Para aquellos hombres y mujeres salidos de las tierras fenicias, Cartago significava un nuevo comienzo.
La recién fundada Cartago no tardó en prosperar y en convertirse en una rica comunidad de comerciantes y agricultores. Años después de la fundación, llegó hasta sus costas un grupo de exiliados troyanos que, tras la destrucción de su patria a manos de los aqueos, habían escapado de la muerte capitaneados por el héroe Eneas. Dido decidió dar acogida a los recién llegados, que se instalaron en la ciudad de Cartago. La reina quedó prendada de los encantos del héroe Eneas, y no dudó en confesarle su amor. Sin embargo, Eneas tenía otro destino: partir a Italia y sembrar la estirpe que siglos después daría lugar a la fundación de Roma. Tras reponer sus fuerzas y arreglar sus naves, Eneas y los troyanos partieron de Cartago. Despechada, Dido erigió una enorme pira y le prendió fuego para arrojarse a ella tras atravesarse el pecho con una espada. Antes de morir, la reina de Cartago juró odio eterno a los descendientes de Eneas, un odios que se extendería hasta la Roma y la Cartago de las Guerras Púnicas.
Por desgracia, no sabemos qué era lo que los cartagineses contaban acerca de la fundación de su ciudad. La destrucción total de esta magnífica urbe a manos de Escipión Emiliano en la Tercera Guerra Púnica se saldó con la quema de todos los archivos y documentos que los cartagineses podían guardar en sus bibliotecas. La literatura de Cartago murió, y junto a ella todas sus tradiciones y su historiografía. Roma se encargó de que Cartago fuera destruida tanto física como espiritualmente, y la misma sal que echaron sobre el territorio de la ciudad para convertirla en un erial, lo echaron en la historia de esta urbe gracias a la propaganda. Nada quedó de las tradiciones cartaginesas.
Lo que sabemos acerca de la fundación de Cartago ha llegado hasta nosotros por fuentes griegas y latinas, especialmente la "Eneida" del poeta Virgilio, que vivió en tiempos de Augusto. Nada de lo narrado por Virgilio fue inventado por él: el poeta se limitó a recoger una tradición muy antigua que explicaba tanto el origen de Cartago como su visceral enemistad con Roma. Por desgracia, hemos perdido también las obras literarias anteriores a Virgilio que hacen referencia a esta leyenda, por lo que no sabemos qué fue añadido por el poeta y qué corresponde con la tradición más antigua. De cualquier modo, lo que los versos de Virgilio nos cuentan no es el mito fundacional de Cartago tal y como lo veían los cartagineses, sino tal y como lo veían e interpretaban los romanos.
Según la tradición recogida por Virgilio, Cartago fue fundada por un grupo de fenicios de la ciudad de Tiro, un dato que la arqueología ha podido constatar. En la ciudad de Tiro gobernaba el rey Matán I, también llamado Belo en algunas fuentes, que tenía tres hijos: Pigmalión, el primogénito y heredero al trono; Dido, también conocida como Elisa, y la pequeña Ana. Como era habitual en las ciudades orientales, el poder del rey de Tiro estaba limitado por el de algunos sacerdotes, siendo Siqueo, sacerdote de Melkart, el más poderoso. Una vez Pigmalión llegó al trono, codiciando las riquezas de Siqueo, forzó a su hermana Dido a casarse con él, con el objetivo de que ésta le revelara el paradero de los tesoros del dios Melkart. Sintiéndose utilizada, Dido engañó a su hermano acerca del lugar en el que este tesoro estaba oculto, pero no pudo evitar que su esposo Siqueo fuera asesinado. Para escapar de la ira de Pigmalión, Dido escapó de Tiro llevándose los tesoros de Melkart y un cortejo de hombres y mujeres fieles entre los que estaba su hermana Ana.
Para huir de la cólera de Pigmalión, Dido y sus hombres navegaron hacia occidente durante varios días, hasta que llegaron a una tierra que parecía acogedora y fértil. El lugar estaba sin embargo habitado por los gétulos, cuyo rey, Jarbas, no deseaba recibir una comunidad de extranjeros. Para burlarse de la reina Dido, le dijo que le entregaría tanta tierra como ella misma fuese capaz de abarcar con una piel de buey. Dido decidió aprovecharse de la insolencia del monarca: cortó la piel del buey en tiras muy finas, y con ella logró abarcar un gran perímetro de tierra, suficiente para fundar una nueva ciudad. Jarbas, que había jurado entregar la tierra a los tirios, tuvo que mantener su promesa y resignarse a que éstos se instalaran en el lugar. La ciudad recibió el nombre de Qart Hadast, que en la lengua tiria significa "Ciudad Nueva". Para aquellos hombres y mujeres salidos de las tierras fenicias, Cartago significava un nuevo comienzo.
La recién fundada Cartago no tardó en prosperar y en convertirse en una rica comunidad de comerciantes y agricultores. Años después de la fundación, llegó hasta sus costas un grupo de exiliados troyanos que, tras la destrucción de su patria a manos de los aqueos, habían escapado de la muerte capitaneados por el héroe Eneas. Dido decidió dar acogida a los recién llegados, que se instalaron en la ciudad de Cartago. La reina quedó prendada de los encantos del héroe Eneas, y no dudó en confesarle su amor. Sin embargo, Eneas tenía otro destino: partir a Italia y sembrar la estirpe que siglos después daría lugar a la fundación de Roma. Tras reponer sus fuerzas y arreglar sus naves, Eneas y los troyanos partieron de Cartago. Despechada, Dido erigió una enorme pira y le prendió fuego para arrojarse a ella tras atravesarse el pecho con una espada. Antes de morir, la reina de Cartago juró odio eterno a los descendientes de Eneas, un odios que se extendería hasta la Roma y la Cartago de las Guerras Púnicas.
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