Fundación Alba Longa



Tras la guerra contra los rútulos y la victoria de troyanos y latinos alcanzada al matar en combate Eneas a Turno, los héroes teucros decidieron fundar una nueva ciudad a la que pusieron el nombre de Lavinium en honor a Lavinia, la hija del rey Latino que había contraído matrimonio con Eneas. La nueva ciudad prosperó rápidamente, hasta el punto de que, treinta años después de su fundación, Ascanio, hijo de Eneas y la troyana Creusa, decidió fundar una nueva urbe en la que troyanos, latinos y sus descendientes pudieran asentarse. Las fuentes son confusas acerca del motivo por el que Ascanio decidió partir de Lavinium. Es probable que, al ser él hijo de la primera esposa de Eneas y no formar parte de la estirpe del rey Latino, decidiera, una vez muerto su padre, crear su propia dinastía al margen de Lavinium. El lugar elegido para fundar la nueva ciudad fueron los llamados Montes Albanos, unas colinas suaves de origen volcánico abundantes en lagos y fuentes de agua. El nombre de la ciudad fundada por Ascanio fue Alba Longa.
Alba Longa prosperó bajo el mando de Ascanio y sus sucesores. El escritor Dionisio de Halicarnaso, que escribió su obra en tiempos de Augusto, nos ha legado una lista de reyes albanos que sin duda fue una creación tardía que buscaba entroncar a Rómulo, fundador de Roma, con el hijo de Eneas, de forma que Roma pudiera convertirse en la heredera espiritual de la grandeza de Troya. El mismo Julio César había fomentado la creencia de que su familia , la gens Iulia, descendía en línea directa de Iulo Ascanio, que era a su vez nieto de la diosa Venus. El mismo Augusto, hijo adoptivo de César, fijó esas leyendas para establecerse como el heredero de Eneas. Ante todas estas manipulaciones tardías, resulta muy difícil establecer qué hay de real y qué hay de mítico en los relatos acerca de la historia de Alba Longa.
La arqueología, en esta ocasión, apenas puede ayudarnos, pues los investigadores aún no se han puesto de acuerdo en la localización exacta de esta ciudad tan importante para la fundación de Roma. En tiempos del rey Tulo Hostilio, Roma y Alba Longa entraron en guerra. Según las fuentes literarias, para evitar desperdiciar la vida de numerosos ciudadanos, ambas ciudades decidieron que fueran dos parejas de tres hermanos, los Horacios y los Curiacios, los que se enfrentaran en nombre de sus pueblos. Uno de los hermanos Horacio quedó en pie el último, dando la victoria a Roma. Alba Longa fue destruida hasta los cimientos, y su población obligada a trasladarse a Roma, a las tierras del monte Celio. A medida que Roma fue creciendo en los siglos posteriores, las tierras de la antigua ciudad de Alba Longa fueron llenándose de villas señoriales a las afueras de la ciudad, y la localización excata de la ciudad fundada por Ascanio se perdió para siempre. El enfrentamiento entre Roma y Alba Longa, engrandecido por las fuentes tardías, fue seguramente una lucha entre dos comunidades pujantes de mediano tamaño por la hegemonía en el área del Lacio. Roma triunfó y se convirtió en la potencia que dominaba la región, cayendo Alba en el olvido. Si se conservó su nombre en la leyenda fue únicamente por su presencia en el mito que permitía a los romanos entroncar con Eneas y la casa real troyana.

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