María Cuchillas (Asturiana)

Según se dice, María era una joven de clase humilde que vivía en Oviedo en el siglo XVIII o XIX y que estaba enamorada de un ermitaño que había llegado hacía poco tiempo a las afueras de la ciudad y había consagrado su vida a la oración, ganando poco a poco fama de santo y al que algunos iban a ver para hacerle ofrendas y peticiones. Fue en una de ellas donde María quedó prendada de él, pero este le desairó debido a su devoción, por lo que María decidió pedir ayuda a una bruja famosa que habitaba en una cueva cercana, con fama de conseguir imposibles. La bruja convocó a Satanás, que se apareció y le indicó a María que degollase a un niño de su propia familia, entregándole él mismo el cuchillo para cometer el crimen. Esa noche cogió al menor de sus hermanos de la cuna y se lo llevó a la cueva cercana al ermitaño, donde culminó su horroroso asesinato, pero entonces y dándose cuenta de lo ocurrido, corrió a ver el ermitaño, explicándole lo ocurrido. Este sentenció que debido a lo que hizo, quedaría condenada en esa cueva a limpiar la cuchilla de la sangre de su hermano por toda la eternidad hasta que lograse dejarla impoluta, ganándose así su infame apodo. En ciertas fechas se asegura que se puede ver a la desdichada María Cuchillas en la cueva, tratando de limpiar frenéticamente la sangre de su cuchillo.
En una versión alternativa de la historia, el enamorado de María no era un ermitaño si no un hombre de clase alta, lo que impedía que él se fijase en ella debido a que ella era de clase obrera. Para ayudarla, El Diablo se le apareció y le dijo que si quería conquistarlo llevase a su hermano recién nacido a una cueva, donde lo matase a cuchilladas hasta desangrarlo, y con su sangre hacer una pócima o un conjuro para enamorar a su amado. María obedeció pero su hombre fue avisado de lo ocurrido y encontró a María tras cometer el crimen, maldiciéndola y condenándola a limpiar la sangre de la cueva hasta que sus lágrimas se mezclasen el agua de lavar, indicando así su arrepentimiento. Más allá de dichas versiones, a María se la considera la santa patrona de los crímenes sin resolver (algunos cometidos por ella misma), y según se dice se aparece de vez en cuando por las noches ovetenses, portando cuchillos manchados de sangre. 

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