Piramo y Tisbe (Griega)
Todos
los personajes de El sueño de una noche de verano, la deliciosa obra de Shakespeare,
se sorprenderían al saber que los personajes de Píramo y Tisbe eran ya bien
conocidos en la mitología griega. Lejos del tratamiento de farsa del autor
inglés, la historia que se contaba antiguamente era muy triste.
En
la versión clásica, Píramo y Tisbe habían crecido juntos en la ciudad de
Babilonia, en Mesopotamia, viviendo toda su vida en casas adyacentes. Su amor
era conocido desde siempre por sus padres, que no les permitían casarse ni
tener contacto. No obstante, un hueco en la pared les permitía comunicarse y
decirse palabras de amor en secreto.
Una
noche decidieron salir y encontrarse a escondidas junto a una morera, a las
afueras de la ciudad. Tisbe fue la primera en salir, cubierta con un velo para
pasar desapercibida. Pero mientras esperaba junto a la morera la llegada de
Píramo, una leona sedienta se acercó con el hocico aún cubierto de sangre,
después de haber devorado a un buey, para beber en un manantial cercano. La
joven huyó aterrada hasta una cueva cercana, pero perdió el velo. La leona se
acercó y olió el velo, manchándolo con la sangre del buey. Poco después llegó
Píramo y, descubriendo las huellas de la leona junto al velo ensangrentado,
no pudo aguantar la desesperación. Creyó que la sangre era de Tisbe que había
sido devorada y se clavó su propia espada junto a la morera, inundando el
suelo y las raíces con su sangre y haciendo que los frutos blancos se volviesen
rojos desde entonces.
Poco
después apareció Tisbe y, al encontrar el cuerpo de su amado junto al velo,
supo de inmediato lo que había ocurrido. Descorazonada, se clavó la espada de
Píramo mientras pedía descansar eternamente junto a su amado y que el fruto se
volviese negro en su memoria. Los dioses escucharon su último deseo y se lo
concedieron. Los padres de Píramo y Tisbe quemaron sus restos en la misma
urna.
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