Helios (Griega)


Helios era el dios del Sol hijo del titán Hi-perión, siendo él mismo uno de ellos. En una cuadriga fabulosa fabricada por He-festo con oro, plata y piedras preciosas, y tirada por cuatro caballos que escupían fuego, Helios viajaba por el cielo de este a oeste a diario. Al atardecer, descendía al Océano que rodeaba el mundo. Helios lo veía y lo oía todo desde su cuadriga, moti­vo por el que en la Antigüedad, los juramentos se hacían ante él. Otros dioses se beneficiaban a menudo de la sabiduría de Helios. Así, cuando Perséfone fue raptada por Hades, y cuando Afrodita engañó a su esposo Hefesto con Ares, todos ellos decidieron ir a consultarle lo que había ocurrido.
A Afrodita no le gustaba la mediación de Helios y le hizo enamorarse perdidamente de Leucotoe, la princesa persa. Helios la visitaba cada noche con la aparien­cia de su madre. Después de revelar su identidad, hicieron el amor, lo que llegó a oídos del padre de la joven, gracias a que la oceánide Clitia, enamorada de Helios y celosa, decidió contárselo. El padre, furioso, decidió enterrar viva a su hija y Helios trató de salvarla haciendo que sus rayos la iluminasen y rociándola con néctar sin conseguir nada positivo. El cuerpo de Leucotoe se evaporó y sobre su tumba germinó un ramo de incienso. Clitia, la ninfa celosa, se fue marchitando debido a la envidia y la decepción por el amor no correspondido y se convirtió en un girasol, la planta que sigue al sol.
El dios del sol tuvo muchos hijos con su esposa Perse, entre los que estaban Pasifae -que se convirtió en la esposa de Minos, rey de Creta-, la hechicera Circe y Faetón. Helios era especialmente adorado en la isla de Rodas. En el año 290 a.C. se le dedicó una estatua gigantesca conocida como el Coloso de Rodas, situada en el puerto de la ciudad de Lindos y considerada una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Su altura superaba los 40 mt, presidiendo así todo el puerto. En 226 a.C. cayó al mar debido a un terremoto.
El mito más famoso y característico de Helios tiene que ver con su desafortunado hijo, que acudió a su palacio para saber si, de verdad, él era su padre. Después de recibir tal confirmación, Faetón obtuvo per­miso de su padre para hacer un viaje en su propia cuadriga pero, incapaz de controlar a los caballos Pirois, Eous, Etón y Flegón, voló demasiado bajo y quemó la tierra. Zeus se vio obligado a intervenir y mató al intrépido muchacho con uno de sus rayos.

Helios

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