La calavera (Celta)
Vivió
en cierta ocasión un granjero que sólo tenía un hijo, un muchacho de carácter
inquieto y revoltoso, lo que le valía estar en disputa permanente con su padre.
El muchacho contrajo una extraña enfermedad y murió, y su padre, enfadado con
él por haberse dejado vencer por la enfermedad, no quiso acudir al entierro.
Pasado
un tiempo, murió un vecino y amigo del granjero, éste apenado acudió a su
entierro para presentar sus respetos. Después de la ceremonia, mientras miraba
distraídamente una fosa, el granjero vio una calavera, preguntándose cómo
habría sido la vida de ese difunto.
Con
gran sorpresa vio cómo la calavera le comunicó que le visitaría la noche
siguiente, si luego él se comprometía a pasar otra noche con ella, a lo que el
hombre accedió, lleno de curiosidad. A la vuelta se encontró con un druida y le
comentó lo sucedido, éste le dijo que debía ser un sueño, puesto que las
calaveras no hablaban. Ante su descreimiento, le citó para la noche siguiente
en su casa, para asistir a la extraña visita.
Durante
la noche siguiente, el granjero y el druida se prepararon para recibir a la
calavera, se sentaron junto a una mesa, de repente llamaron a la puerta, el
granjero se apresuró a abrir, apareciendo el cráneo. La calavera se subió en la
mesa y después de devorar todos los manjares que allí había dispuestos y
desapareció, mientras, tanto el granjero como el druida habían permanecido
mudos por el asombro.
A
pesar de no haber conversado con ella, el granjero decidió cumplir con la
palabra dada a la calavera y acudió al cementerio, allí encontró una
escalinata al lado de la tumba en donde había visto por vez primera a la
calavera, sin pensárselo dos veces decidió bajar por ella.
De
repente se encontró en medio de un campo en el que multitud de hombres luchaban
con espadas, lanzas y hoces, algunos al verle le dijeron que si buscaba a la
calavera debía ir al campo de al lado. Al llegar allí lo que encontró fue a
hombres y mujeres peleando e insultándose, una de las mujeres le indicó que si
quería encontrar el cráneo debía cruzar el río y pasar a la otra orilla. El
granjero obedeció y allí encontró una gran casa. En el salón descubrió un gran
fuego en la chimenea, junto a una dama y una criada, la dama se paseaba de un
lado a otro, y cada vez que se acercaba al fuego a calentarse, la criada la
apartaba de él. La criada le indicó que para encontrar lo que buscaba que fuera
hacia una puerta a la izquierda de la habitación, que pasara por ella y que
allí lo hallaría.
Cuando
entró en la habitación por fin encontró a la calavera, que solícita le
preguntó si quería cenar, como el granjero estaba exhausto despues de tanta
búsqueda asintió enérgicamente. La calavera lo acompañó hasta la cocina en
donde se encontraban tres mujeres pidiéndole a una de ellas que le sirviera
cena, ésta cogió pan moreno y una jarra de agua y se lo sirvió al hombre, el
cual, al ver tan magro alimento, desistió de comer. Seguidamente, el cráneo
pidió a la segunda mujer que sirviera la la cena, pero ésta lo hizo aún peor
que la primera, por lo que el hombre seguía sin comer. Por fin la calavera le
pidió a la tercera mujer que sirviera al granjero y ésta le sirvió una opípara
cena con espléndidos vinos y alimentos. Cuando el granjero terminó de cenar, la
calavera decidió explicarle el significado de lo que había visto, así le dijo
que los hombres del primer campo estaban en perpetua lucha unos con otros por
las lindes de sus tierras, por lo que habían sido castigados a luchar durante
toda la eternidad. Las parejas que peleaban eran matrimonios que habían hecho
lo propio en vida, y que deberían seguir haciéndolo tras su muerte. En cuanto a
la señora que había en una de las habitaciones, se había comportado tan
mezquinamente con su criada, a la que ni siquiera dejaba acercarse al fuego en
los días de mas frío, que ahora sufriría ella eternamente ese frío y hambre. Y
las tres mujeres que ves aquí fueron un día mis tres esposas, cuando le pedía a
la primera que me preparara la cena sólo me daba pan moreno y agua, cuando era
la segunda la que me servía el resultado era aún peor, afortunadamente mi
tercera esposa siempre servía un banquete digno de un rey.
A
continuación la calavera mirándole lúgubremente le dijo: «Tú, en cambio, aún
puedes rectificar, has sido traído hasta este lugar por no querer ir al funeral
de tu hijo al estar enfadado con él, mientras acudiste presuroso al de un
vecino. Para ello debes regresar ante la tumba de tu hijo y suplicar su perdón,
sólo así podrás salvarte del suplicio eterno».
El
granjero quedó paralizado, ya que la calavera en un susurro también le dijo:
«Ten en cuenta que desde tu salida de casa han transcurrido setecientos años».
Como en un sueño, el granjero fue caminando por el cementerio y, a pesar del
tiempo transcurrido, aún pudo localizar la tumba de su hijo. Allí cayó
arrodillado y entre sollozos suplicó arrepentido una y otra vez a su hijo que
lo perdonara, cuando ya había perdido las esperanzas una mano surgió de la
tumba, una mano que cogió la suya, ayudándole a llegar al cielo.
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