Cuélebre (Asturiana)
Serpiente gigantesca que custodia tesoros o a las xanas. Como son inmortales, con el paso de los siglos las escamas se le vuelven tremendamente gruesas e impenetrables, y le salen alas de murciélago, pareciéndose más a un dragón que a una culebra. Emite unos molestos silbidos y no se suele mover mucho del sitio que custodia, pero cuando lo hace es para comer ganado o a hombres, habitando en la espesura de los bosques, en torreones de castillos en ruinas, en la orilla de los ríos o en las fuentes de grandes cavidades subterráneas. Tienen como principal misión la de proteger fabulosos y enormes tesoros o a personajes víctimas de un encantamiento o hechizo. En las historias de cuélebres más conocidas se le suele matar dándole de comer una piedra al rojo vivo, o con una hogaza de pan llena de alfileres, y en la mañana de la Fiesta de San Juan el Cuélebre se aletarga o pierde su poder, que es cuando pueden ser rescatadas sus prisioneras (ayalgas o atalayas), junto a sus fantásticos tesoros. Otro mito relacionado con el cuélebre es la «piedra del cuélebre», con la que se cree que se curan ciertas enfermedades. Se dice que seis culebras se juntan al cuélebre y las babas de todos ellos crean dicha piedra al endurecerse.
Entre otras tareas que realiza está la de proteger los mundos subterráneos en donde habitan los razas de seres feéricos o elementales que viven ocultas a los ojos de los hombres; estos accesos suelen estar ocultos, pero hay casos en que estos seres salen en busca de chicas jóvenes para convertirlas en su gente y llevárselas con ellos (algo que tiene paralelismos con el mito griego de Perséfone, secuestrada por el dios Hades para convertirla en su reina del mundo de los muertos). Las ayalgas seducían con sus dulces cánticos lastimeros a pastores y viajeros que pasaban cerca de su lugar de cautiverio en la confianza de que venciesen al cuélebre, existiendo de manera muy curiosa unas guías de tesoros llamadas gacetas o lliendas en las que se describen los lugares donde pueden encontrarse dichas riquezas ocultas (y por tanto el escondite del cuélebre). Quienes deseaban tales tesoros ocultos (que consistían en fantásticas piezas de oro dejadas en el interior de las cavernas por los moros (no mouros) en su "huida" de Asturias) debían matar primero al cuélebre que moraba en su interior. Muchas veces eran ayudados por las ayalgas, pero en otras debían enfrentarse solos a la prueba. En una versión alternativa de la historia los cuélebres no son inmortales, y cuando sus escamas se endurecen es el aviso del fin de su vida terrenal, por lo que abandonan sus refugios para morir en el fondo de la Mar Cuajada, encontrando reposo en las profundidades y dedicándose al cuidado de tesoros durante toda la eternidad.
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