Mesroda (Celta)
Mesroda era un hombre rico y muy amigo de las fiestas, que
vivía en la ciudad de Leinster. De pocas pretensiones, sólo poseía dos cosas,
que le eran muy queridas, un perro que corría más deprisa que cualquier otro
can de la comarca y un cerdo cuyo tamaño sobrepasaba en mucho el habitual en
estos animales.
La fama del perro se había extendido, y muchos príncipes y
nobles deseaban poseer este animal, por lo que un día recibió Mesroda dos
mensajes, uno del rey de Ustler y el otro de la reina de Con-nacht, dos
territorios en conflicto.
Cada uno de ellos le ofrecía numerosas riquezas por quedarse
con el animal, el enviado de Connacht ofreció seiscientas vacas lecheras y un
carro con los dos mejores caballos del reino. Pero el mensajero de Ustler
ofreció además la amistad y la alianza de su reino.
Mesroda quedó afligido y pensó durante tres días y tres
noches, sin dormir, ni comer, ni probar bocado, qué podía hacer. Su mujer
estaba preocupada y cuando le preguntó qué era lo que ocurría, éste le contó
sus tribulaciones, poniendo todo su empeño en buscar una solución, ya que sabía
que si se lo ofrecía a una de las dos facciones la otra aprovecharía la excusa
para atacar sus tierras. Pensando y pensando se les ocurrió entregárselo a
ambos, y pedir que fueran allí a recogerlo, con la esperanza de que al
coincidir lucharan entre ellos, dejando a Mesroda y a su familia tranquilos.
Así fue que los reyes y sus séquitos llegaron a una gran
fiesta para la que Mesroda había matado a su famoso cerdo para servirlo. Cuando
llegó el momento, discutieron sobre quién tendría el honor de trincharlo, ya
que debía ser un guerrero de grandes hazañas. Ket de Connacht empuño su cuchillo,
justo cuando cruzaba la puerta de acceso a Ustler. Se saludaron con cortesía,
hasta que Conall pidió ser el encargado de trinchar el animal, a continuación
se des- ^ arrolló una violenta discusión entre los dos guerreros, cada uno —
haciendo gala de sus hazañas, hasta que Ket reconoció que Conall quizá fuera
un guerrero más grande que él, aunque no que su hermano Anluan. Sin embargo
Conall, sacando la cabeza de Anluan de una bolsa, declaró que él y nadie más
era el guerrero más grande de todos los tiempos.
Todos se revolucionaron, las espadas salieron de sus protecciones y pronto los hombres destrozaron las puertas, se mataron unos a otros en campo abierto y las huestes de Connacht fueron ahuyentadas.
Todos se revolucionaron, las espadas salieron de sus protecciones y pronto los hombres destrozaron las puertas, se mataron unos a otros en campo abierto y las huestes de Connacht fueron ahuyentadas.
El codiciado perro, siguió los carros que se retiraban,
hasta que uno de los guerreros de la reina Maev le cortó la cabeza y de esa forma
la reunión no fue ganada por nadie. Mesroda se había quedado sin perro y sin
cerdo, pero gracias a los sabios consejos de su mujer consiguió salvar no sólo
sus tierras sino también su vida.
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