Flor de Nochebuena (Mexicana)
La
FLOR DE NOCHEBUENA ¿Sabías que la flor de Nochebuena, esa hermosa planta de
diminutas flores y grandes hojas rojas en forma de estrella con las que
adornamos las casas en Navidad, proviene de México? Los misioneros españoles
las bautizaron así porque el día de máximo esplendor de estas flores es precisamente
el 24 de diciembre. Su nombre en idioma azteca es cuetlaxóchitl y en México
existe una bella leyenda que narra su origen.
UNA
NOCHEBUENA DISTINTA
A
Camila, como a todos los niños y niñas de la aldea mexicana de Olinalá, le
encantaba la Navidad. Y su momento preferido era cuando en la Nochebuena
llegaba la hora de la Misa del Gallo y todos en el pueblo se acercaban hasta la
iglesia para dejar una ofrenda al niño Jesús.
Pero
aquella Nochebuena era distinta. El padre de Camila se había quedado ese año
sin trabajo y por eso Camila no tenía dinero para comprarle frutas, o dulces, o
juguetes al niño Jesús. Así que la pequeña pasó toda la tarde muy preocupada,
pensando cómo podría conseguir al menos unas monedas para comprar algo de
valor.
EN
EL MERCADO
—Feliz
Navidad, señorita Adela —dijo la niña a la vendedora de frutas, mientras
admiraba las relucientes manzanas y las cestas de fresas. Si al menos tuviera
dinero para comprar una cesta pequeñita y llevarla hasta el altar.
—Feliz
Navidad, señorita Camila —le respondió con simpatía la joven vendedora.
—¿Me
dejaría ayudarla en la frutería para sacar algunas monedas? —preguntó la niña.
—Hoy
no será posible, querida Camila. La gente ya se está preparando para la Misa
del Gallo, así que voy a cerrar el puesto muy pronto. Pero toma unos caramelos
para ti y tus hermanos.
Camila
dio las gracias a la joven y se marchó apresuradamente hacia su casa, pues ya
estaba anocheciendo y todavía tenía que cenar y encontrar el regalo antes de la
misa.
EN
CASA
En
Olinalá, igual que en muchos otros pueblos de México, durante las nueve noches
anteriores a la Navidad, las familias y amigos solían reunirse para ir cantando
de casa en casa. Después de eso, cenaban juntos en la posada de la aldea para
celebrar la Nochebuena.
Sin
embargo, aquella noche Camila y su familia celebraron la Nochebuena juntos en
casa. Hicieron una sencilla cena de tortitas con arroz y frijoles y Camila
repartió los caramelos entre sus hermanitos.
—Debemos
estar contentos —dijo su papá—. El próximo año tendré un nuevo trabajo y
celebraremos la Nochebuena en la posada, con una sabrosa cena y una piñata.
MISA
DE GALLO
Poco
antes de la medianoche, las campanas comenzaron a sonar para anunciar la hora
de la Misa del Gallo.
—Ven
aquí, Camila, voy a arreglarte esa trenza —le dijo su mamá—, que ya es hora de
ir a misa.
—No,
mamá, este año no puedo ir —dijo Camila casi llorando—. Es imposible, no tengo
ningún regalo para ofrecerle al niño Jesús.
—¿Qué
tontería es esa, mi niña? Claro que vendrás a misa con todos nosotros. Y quiero
que entiendas algo muy importante: no hay regalo más valioso que aquel que
lleves en tu corazón.
Camila
dijo que lo entendía y contuvo su llanto, pero sólo para no entristecer a su
mamá.
LA
IGLESIA
Todas
las calles del pueblo se llenaron de gente que iba a la iglesia, con sus
mejores ropas y con ofrendas para celebrar el nacimiento de Jesús. Camila iba
detrás de sus padres, un poco rezagada a propósito, y cuando llegó ante la
puerta de la iglesia se detuvo y no los siguió hasta el interior. ¿Cómo iba a
entrar sin tener ni siquiera una vela que colocar en el altar?
Camila
entonces se escondió entre las sombras de la vieja sacristía y se puso a
llorar. Dentro de la iglesia se oía la música de los mariachis con sus
guitarras y alegres cantos.
EL
ÁNGEL
—Camila,
pequeña, deja ya de llorar.
¿Quién
le hablaba? Camila alzó la cabeza y miró a su alrededor muy sorprendida, pues
allí no había nadie, y además esa no era la voz de su mamá ni de su papá.
Parecía más bien la voz de un niño.
—Camila,
¿ves esas hojas verdes que crecen alrededor de mis alas? Recógelas y llévalas a
la iglesia.
¿Alas?
Si hablaba de alas sólo podía ser un pájaro, o tal vez… ¡un ángel! Camila
entonces dirigió la vista hacia el ángel de piedra que había en la puerta de la
sacristía. A su alrededor crecían unos hierbajos muy feos. ¿Cómo iba a llevarle
eso al niño Jesús?
—No
dudes ni tengas miedo, Camila. Arranca estas hierbas silvestres y llévalas
hasta el altar del niño Jesús.
Camila
no veía que la estatua de piedra moviera los labios pero ya no había duda de
que el ángel le estaba hablando. A ella le daba vergüenza entregar semejante
regalo al niño Jesús, pero no se atrevía a desobedecer al ángel, así que tiró
con fuerza de las agrestes hierbas hasta tener en sus brazos un gran manojo de
frondosas hojas verdes.
Camila
entró en la iglesia nerviosa y asustada. ¿Se reiría la gente al ver su triste
ofrenda? Avanzó hacia el altar con manos temblorosas y sin mirar a los demás,
aunque nadie se rió. Y allí, ante los cientos de velas que rodeaban la figura
del niño Jesús, se arrodilló y dejó caer una lágrima sobre la pobre ofrenda que
llevaba en los brazos.
Al
contacto con esa lágrima de amor, aquellas vulgares hojas verdes, de manera
milagrosa, cobraron un intenso color carmesí y adquirieron forma de estrella.
Toda la gente dejó escapar una exclamación, pues eran las flores más bellas que
jamás habían visto.
—Feliz
Navidad, dulce niño Jesús —susurró Camila, que ahora se sentía plenamente feliz
con su ofrenda.
*
* *
Desde
ese día, los mexicanos llamaron a la espléndida planta “Flor de Nochebuena”.
Ésta comenzó a crecer abundantemente por todas partes y cada Navidad decora las
casas y las iglesias del mundo entero.
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