La maravillosa capa (Celta)
El
rey de Leinster era conocido por su avaricia y poca ayuda para los pobres, de
hecho ni siquiera Santa Brígida era capaz de hacerle contribuir de forma
respetable con las necesidades de los menesterosos.
Cierto
día, la Santa tuvo una idea para que escarmentara por su codicia, así se
dirigió al rey solicitándole que le concediera la tierra que pudiera cubrir su
capa. A pesar de sus recelos, para zafarse de la cuestión terminó por
consentir.
En
ese momento, todos estaban situados sobre el punto más alto de Curragh, por lo
que solicitó a cuatro de sus hermanas que extendieran bien abiertas sus capas
sobre la hierba. Tomaron sus prendas, y en vez de tenderlas sobre la hierba,
cada una de ellas comenzó a correr velozmente, extendiendo la capa a voluntad
del viento en todas direcciones.
Otras
damas, cuando los límites aumentaron, aferraron partes de la capa para que
mantuviera una forma más o menos regular, y siguieron estirándola y
estirándola.
El
rey consternado preguntó a Santa Brígida qué estaba ocurriendo. La Santa le
dirigió una de sus miradas más duras y le contestó que estaba cubriendo con su
capa todo su territorio, para castigarle por su inmensa mezquindad. El rey
sobresaltado se dio cuenta de que el enojo de la Santa podía ser muy peligroso,
por lo que accedió a darle una parcela de terreno y a ser más generoso en el
futuro.
Santa
Brígida asintió no sin antes advertirle que si en alguna ocasión volvía a sus
antiguos hábitos, le recordaría las virtudes elásticas de su capa.
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