Ciudades bajo el agua (Africana)
También había una hermosa mujer que aparecía plena de
juventud y lozanía. Se llamaba Haraké, y su poder de atracción era tal que no
se sabía si era diosa o si pertenecía a la especie de los humanos mortales. La
leyenda más extendida afirmaba que Haraké tenía los cabellos tan transparentes
como las propias aguas que le servían de morada. Al atardecer, la hermosa
muchacha tenía por costumbre descansar al borde mismo del Níger, y esperar así
hasta que llegara su amante. En cuanto éste se reunía con ella, ambos se
adentraban en las profundidades de aquellas aguas encantadas y profundas; la
muchacha llevaba al elegido en su corazón a través de maravillosos caminos que
conducían a fastuosas y desconocidas ciudades. En sus espléndidos recintos, y
entre el sonido del tantán y de los tambores, tendría lugar la ostentosa
ceremonia que uniría a la feliz pareja para toda la vida.
Todas las narraciones de la fábula expuesta hacen hincapié
en que fue Haraké quien condujo a su amante, y no viceversa. Con ello se quiere
dar a entender que la mujer era muy respetada entre ciertas tribus del África
negra. Sus privilegios provenían de su consideración como madre y esposa.
Aunque, al mismo tiempo, aparecen representaciones femeninas
en actitud sumisa pero, si uno se fija en su rostro, observará cierta clase de
serenidad que, al decir de investigadores y antropólogos, indicaba la
importancia concedida a esa especie de mundo anímico, o vida interior, con que
debía arroparse la mujer negra, so pena de poner en entredicho su condición
femenina.
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