Bruxa (Asturiana)

Ancianas feas, arrugadas y de mezquinas intenciones que conocen todos los secretos de la magia y de la brujería. Según la creencia, con sus miradas pueden hacer enfermar a los que las han agraviado o a quienes les caen mal, haciéndolas un "aojo" o "mal de ojo". También se conocen todas las pociones y ungüentos habidos y por haber, que crean en ollas o grandes cacerolas. Suelen vestir siempre de negro, acompañadas por gatos igualmente negros y con escobas que la imaginería popular ha dotado del poder de volar. El temor a su poder es tan grande que a los niños se les protegía usando el puñín o higa de azabache (un colgante de bisutería, consistente en un pequeño puño negro cerrado con el pulgar apresado entre los dedos índice y corazón), un ritual ampliamente extendido a toda la geografía asturiana. En el occidente asturiano es común el uso de la llamada "piedra de San Pedro", u otro objeto llamado "dómina" (bolsita rellena de hojas de carácter profiláctico, como el tomilloromeroperejilañil, etc), a modo de protección. Una de las ambiciones de las bruxas era el ganado de los aldeanos del pueblo, de ahí que éstos protegiesen sus reses con chocas o campanillas, grabadas con cruces y signos religiosos para evitar que pudieran ponerles sus manos encima. Se reunían, de forma invariable, la noche del 30 de abril, en la festividad pagana de Walpurgis (la Noche de las Brujas), en sitios como en Fonte das Bruxas de la Veiga del Palo (Allande). En el ritual que efectuaban se untaban con un ungüento y decían la siguiente fórmula mágica: "Por encima de artes, por encima de carballos, a la Veiga del Palo con todos los diablos". 

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